Empieza a leer «Sin azúcar» de Mireia Estrada Gelabert
15/01/24
Mui Jadiya
La primera vez que visitaste la casa de los suegros, en Casablanca, en el primer viaje como pareja oficial de Momo y todavía sin niños ni papeles, tus cuñadas Rita y Nawal te recibieron con leche, símbolo de pureza, y dátiles, fruta bendita, en la escalera de la casa paterna; un pequeño ritual tradicional de bienvenida de la cultura árabe marroquí. Tus suegros te esperaban en el gran salón de invitados, el de la tapicería dorada y naranja. Un haz de luz lateral se colaba por las cortinas y daba a la escena un aire de estancia señorial y de ritual. Os saludasteis tímidamente: el suegro actuando como amo y señor, la suegra escrutándote con su mirada sagaz y una pequeña sonrisa; las cuñadas, amables y dulces: Rita con la cara bonita y morena y una sonrisa abierta y acogedora; Nawal, dulce, discreta, los cabellos negrísimos sobre los hombros antes de decidir cubrírselos para siempre; sus maridos atentos, manteniendo la distancia que correspondía en tanto que hombres todavía desconocidos. Estaban Amina, la hermana soltera, decidida y atenta, y los sobrinos pequeños, excitados, alegres, pegando brincos por la sala y jugando con los cojines. Los gestos de hospitalidad aprendidos, la puesta en escena del gran salón y el tiempo reservado para saludaros de uno en uno y escudriñaros por primera vez te hicieron sentir bienvenida, acogida: una familia que te abre las puertas. Si había habido ligereza en la relación con Momo, se acababa aquí. A partir de aquel día, formabas parte de su familia. Para celebrarlo, porque no podía ser de otra manera, tal y como haríamos en cualquier hogar de la orilla norte del Mediterráneo, compartisteis la primera de las ya incontables comidas en familia.
En la dieta marroquí hay tres elementos fundamentales: el té, el pan y la carne.
El día empieza con un buen té y un trozo de pan con aceite de oliva o de argán, y tal vez con mermelada, quesitos de La vaca que ríe, miel y, según la zona, amlou⁵. A menudo las mujeres preparan alguna variedad de crep, como los m’samen⁶, beghrir⁷ o batbot⁸, cada uno con un tipo de harina y un amasado y acabado distinto: liso, relleno, empapado de miel, untado con mantequilla.
A la hora del almuerzo, como la gran mayoría de platos llevan salsas exquisitas y se comen con las manos, el pan es indispensable para no dejarse perder ni un poquito de sustancia ni una gota del jugo de los sabrosos tayines de todo tipo. El tayín casi siempre será carne con algún acompañamiento con el que habrá cocido a fuego lento, emulsionada en una combinación perfectamente armoniosa: ternera con alcachofas; cordero con ciruelas; ternera con membrillo confitado, con guisantes y zanahoria; pollo con aceitunas o hinojo…
Comer con las manos del mismo plato es un ritual al cual te acostumbras enseguida, pero tiene sus reglas y alguien te las tiene que explicar para no meter la pata. La primera comida en casa de los suegros consistió en un delicioso tayín de cordero con ciruelas y almendras. Al terminar, los cuñados dormitaron un poco; las cuñadas no te dejaron ir a la cocina; el suegro fue a echarse la siesta, y mui Jadiya se durmió en el sofá soltando unos buenos ronquidos. Momo y tú os retirasteis y celebrasteis la tarde saciándoos el uno al otro. Fue uno de aquellos momentos
magníficos de cuando el amor se estrena y todo es nuevo y sabroso y los cuerpos son ídolos que adorar cada día y en cada momento. Luego, los dos solos en una habitación luminosa, digeridos la comida y el amor, Mohamed te comentó las reglas del almuerzo. Te soltó como quien no quiere la cosa que, en el momento de comer, no podías coger de cualquier parte, a cada uno le tocaba comer de una zona delimitada: una línea imaginaria que sale del ombligo hasta el centro del plato. Con horror, recordaste que durante el almuerzo habías comido, sobre todo, de la «zona» del suegro. Maldijiste a tu amado por no habértelo contado antes, el cordero pareció cobrar vida de nuevo en tu estómago y, en lugar del recuerdo del momento de amor en la habitación luminosa, lo que te quedó de aquella primera comida fue la lección de modales en la mesa, asumiendo para siempre el cálculo «desde el ombligo».
5 Crema para untar elaborada con aceita de argán, almendras y miel.
6 Crepe típica de la cocina del Magreb elaborada con harina de trigo.
7 Crepe típica de la cocina magrebí elaborada con harina de trigo y sémola, de textura esponjosa.
8 Pan típico de la cocina del Magreb elaborado con harina de trigo.