‘Exteriores del paraíso’ de Bernardo Atxaga | La Opinión de Málaga | 28 de enero de 2024

31/01/24

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Bernardo Atxaga: Sus nuevos caminos literarios

Tras dejar la novela, Bernado Atxaga decidió explorar otros caminos literarios y un primer hito de esa ruta es ‘Exteriores del paraíso’ un libro donde confluyen la crónica, el relato, el poema, las memorias y en el que Atxaga demuestra que es uno de los escritores más originales, más geniales en la utilización de un estilo carismático.

En 2019 Bernardo Atxaga anunció su renuncia a escribir más novelas y su intención de explorar nuevos caminos. El primer hallazgo, satisfactorio hallazgo, de este nuevo escenario del escritor vasco es este ‘Exteriores del paraíso’, que publica la editorial Cuatro lunas.

‘Exteriores del paraíso’ es un libro inclasificable, algo, por otra parte, muy identitario de Atxaga, en el que el escritor se adentra con maestría en el paisaje infinito de sus vivencias y combinando el relato, la crónica, el poema y su mágica fantasía ofrecernos esta nueva visión de su mundo literario.

El núcleo central del libro recoge las sensaciones y reflexiones de sus visitas a varias cárceles del sur de Francia para participar en un proyecto de lectura para los presos. De la experiencia singular de estas charlas con un público tan extraño a la literatura surge ‘Exteriores del paraíso’.

De estos pensamientos de Atxaga se desprende que leer en las cárceles es una experiencia intensa porque los presos están a pocos metros, pero mentalmente, esencialmente están completamente en otro mundo, en un mundo inaccesible para el resto. Las crónicas de estas visitas reflejan el intento del escritor y sus acompañantes, por franquear y acceder a ese mundo carcelario, algo que difícilmente tiene éxito.

El programa contempló las charlas en las cárceles de presos comunes de Mauzac, Neuvic sur l’Isle, en el chateau de Neuvic sur l’Isle, en la aldea de Saint-André-d’Allas y finalmente en el penal de Martutene, en San Sebastián.

Continuamente, al contemplar desde el coche las granjas francesas o la estampa de los pocos presos que tiene enfrente, el escritor tiene sus fugas de memorias que le llevan a tomar «curvas» que le acercan al recuerdo o a divagaciones sobre el presente o el pasado. Así, sus visitas a las prisiones del sur de Francia le hace recordar el juego de la Oca que es como una metáfora de la vida, y un recorrido que no es fácil, con cuatro casillas que ponen en peligro llegar hasta el final. La 31, el pozo; la 42, el laberinto; la 52, la cárcel y la 58, la muerte. El ve a la mayoría de los reclusos instalados en la casilla 52, aceptando su situación, pero otros parecían estar en la casilla 42 encerrados en su propio laberinto.

A él también le costó salir del laberinto tras la visita a la cárcel de Neuvi sur L’isle. Se topaba con la mirada vacía o la cara amorfa de alguno de los presos y la desatención de la mayoría de los asistentes.

En el chateau de Neuvic sur L’isle, un castillo renacentista, leyó a los jóvenes inadaptados que allí residían su poema ‘Confesión’, con grandes aires autobiográficos, donde cuenta como eran los jóvenes poetas vascos que en los años setenta escribían en lengua vasca. Corrían hacia «los Grandes Temas» e imitaban a Dylan Thomas. Eran jóvenes asfixiados bajo la dictadura y el nacional catolicismo y se autolesionaban buscando una muerte temprana, como la del pintor Vicente Ameztoy.

En la aldea de Saint-André-d’Allas, en la Occitania francesa, era como estar en la casilla 19 de la Posada, alejados del laberinto, de la muerte y la cárcel. Allí en una de esas curvas que de continuo tomaba su pensamiento recordó un gran banquete junto al santuario de Arantzazu. Mientras los comensales, entre ellos un sacerdote, disfrutaban de una copiosa comida, apareció un grupo de fieles que, ya cansados, venían de una función religiosa. Viendo la mujer que los guiaba como el cura, al que conocía, comía y bebía a destajo le preguntó con toda su sorna y retranca: «en su opinión, don Eulogio, ¿dónde está el paraíso?» «Pues aquí mismo», acertó a responder el cura.

En la cárcel de Martutene, vieja y desvencijada por todos lados, habló a un grupo de presos y presas de la historia de la literatura vasca. La historia es escasa, pero la atención que le prestaron los presos lo fue más aún. Solo un joven, el chivato, le prestó atención, solo para al final pedirle dinero, y un abogado que algo sabía mientras el resto de presos y presas se dedicaban a mezclarse entre ellos a modo de una melee de rugby y refocilarse.

El orador no se vino abajo y recordó otras audiciones peores, como la que quiso dar en un pueblo de Bizkaia con solo tres personas que se quedaron en dos al empezar; o en una universidad estadounidense, con doscientos estudiantes de los que solo cinco sabían español y el resto fue bajo amenazas del catedrático; al fin- en Amberes donde un asistente, bate de beisbol en mano, le obligó a denunciar al Ayuntamiento por haber convertido la ciudad en refugio de etarras.

El escritor aportó en sus charlas un buen acopio de sus propios poemas, aquellos que mejor consideraba para la ocasión: ‘ConFesión’, ‘El grillo es un poeta monótono’, o ‘Lección dobre el avestruz’.

En el libro hay otros textos fuera de los relatados en las cárceles, el más bello y desolador es ‘Escucho lo que dice Pierre’, una historia de Margarita y Pierre, el amante de las abejas que va inyectando en ella el amor por esos insectos, y eran felices. Ella se empeñó en el aprendizaje de la apicultura, mientras Pierre le explicaba el proceso de creación de las colmenas, como la abeja reina en menos de un mes pone 80.000 huevos y crea una colmena de 80.000 abejas. Y la pareja seguía feliz, con la risa en el corazón, le rire était dans le coeur, como dice la canción de Jacques Brel. Pero al igual que en las colmenas penetra la mariposa que les roba la miel, la acherontia atropos, que lleva en el dorso la imagen de una calavera, en casa de la pareja de apicultores enamorados penetró también una acherontia atropos, pero Pierre, al contrario que las abejas, necesitó meses para entender que su mujer estaba enferma de muerte. Margarita murió y Pierre siguió cuidando las colmenas y escuchando el sonido de un pájaro carpintero que para él era el alma de ella convertida en pájaro.

Y otros, más ocurrentes, como el que narra los miedos de Adán al contraer la primera gripe nada más salir del paraíso, aunque al curarse le dijo aEva que «la pérdida del paraíso no fue en realidad una desgracia».

Más ocurrentes e ingeniosos aún son los relatos que cierran el libro, con vivencias personales, como su sorpresa por el rechazo del banco a concederle un crédito por tener ya setenta años o cómo al renovarse el carné de identidad vio como su caducidad había pegado un salto y se alargaba hasta el uno de enero de del año 9999. «¡Un carné, para los efectos, eterno, qué suerte!», pensó.

En esta primera incursión en sus nuevos mundos literarios Bernardo Atxaga sigue, sin embargo, manteniendo que es uno de los escritores más originales, más geniales en la utilización de un estilo singular, carismático y definitorio; lo demuestra una vez más en este ‘Exteriores del paraíso'.

Por Francisco Millet Alcoba

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